jueves, 28 de octubre de 2010

El Parto


Por más que hay una fecha calculada para el parto, esta se puede adelantar o retrasar una semana, en nuestro caso se adelanto. Lo más curioso es que no hubo pre aviso con las típicas contracciones de las que nos enseñan en el curso pre-parto a ir contando para que cuando sean cada, 5 minutos de intervalo sepamos que es el momento de ir a la Clínica.

No habíamos registrado ninguna contracción. A eso de la una de la mañana, la mamá empieza a sentirse raro, yo tomo el reloj y cuento los minutos entre una y otra contracción y veo que todo indica que es el momento de ir a parir. Teníamos la duda ya que hasta ese día, no habíamos registrado contracciones importantes, ni aun había rota la bolsa, con lo cual pensábamos que tal vez serian movimientos normales. Al ver que las mismas persistían, optamos por dirigirnos a la Clínica.

Llegamos como a las 03:00 am. Enseguida llevaron a la mamá a un cuarto donde se le debería pinchar la bolsa, ya que la misma no se había reventado naturalmente. Ese momento es bastante molesto y doloroso para la mujer. No pudieron pincharla ya que necesitaban que la misma estuviera ubicada mas “abajo”, según explicaron. De allí la llevaron a otro cuarto para seguir registrando las contracciones, que no dejaban de repetirse.

Estos son momentos de bastante tensión para las mamás, ya que se mezcla el dolor de las contracciones, con los nervios con lo cual solo nos queda contenerlas y confiar plenamente en los médicos y enfermeras que allí están. Por eso la importancia del Obstetra y de su equipo. En nuestro caso tuvimos un excelente trato por parte de las enfermeras, quienes contenían y tranquilizaban a la mamá.

Uno, en esos momento quiere que el Obstetra ya este, que todo el equipo este preparado para el parto, pero es mas la ansiedad de uno por que todo salga bien. Cuando las contracciones ya eran evidentemente anunciadoras del parto, se llevaron a la madre a otra habitación donde allí sí le pincharon la bolsa para que saliera el líquido amniótico. Fue un momento difícil para la mamá ya que es una situación fea y dolorosa, la mire fijo a los ojos y le pedí que se metiera en mi mirada para poder contenerla.

Es bueno que en esos momentos haya algún pariente o amigo que nos acompañe, no necesariamente a nuestro lado, pero si en la sala de espera.

Las contracciones continuaron y a eso del mediodía llevaron a la madre a la sala de parto donde todo indicaba que seria un parto natural. El Obstetra aun no había llegado al Hospital. Por suerte las enfermeras, comúnmente conocidas como “Parteras” tenían mucho oficio y eran sumamente contenedoras.

Me dieron para colocarme un delantal especial, un barbijo y me mandaron limpiar mis manos con jabón aséptico. En esos momentos uno esta tan metido en lo que esta sucediendo que saca coraje y valor. La prioridad, por lo menos la que yo sentía, era que la mamá estuviera, bien, sin dolor y que sufriera lo menos posible.

Las parteras comenzaron el trabajo de Parto. La mamá estaba ubicada en una camilla boca arriba con las piernas separadas, y yo estaba sentado a su lado a la altura de su cabeza. Desde donde yo estaba ubicado se podía ver otro parto en otra habitación de la “Sala de Partos”. En ella se estaban realizando una cesarea. Todo eso me tranquilizaba porque sentía que estaba en el lugar indicado. Allí era donde se recibían a los bebes en este mundo, que mejor lugar que ese para estar.

Nuestra hija estaba ubicada en un lugar difícil dentro del útero, con lo cual las parteras no lograban dirigirle su cabecita hacia la salida. Era lo que se suele decir “un parto difícil”. Lo único que uno puede hacer en esos momentos es acompañar y transmitirle tranquilidad a la madre. Luego de casi dos horas de fracasados intentos de reubicar a nuestra hija, la médica a cargo decidió esperar a nuestro Obstetra que aun no había llegado.

Finalmente llego el obstetra, entro dentro de la sala con una energía horrible y nada amigable, cosa que no ayudo en lo mas mínimo a tranquilizar el habiente de preocupación que reinaba, ya que todo indicaba que seria un parto complicado. Incluso llego a gritarle a la mamá acusándola de que la misma no estaba ayudando en nada, cuando la realidad era que desde que empezaron las contracciones a la madrugada y hasta ese momento no había dejado de trabajar como nos habían enseñado en el curso pre-parto.

No pasaron ni 15 minutos de su llegada que dijo (palabras textuales): “Acá no tenemos un parto, llévenla a cesárea”. Obviamente tuve que contener a la madre quien estaba entrando en desesperación, agravado por el maltrato que acababa de recibir. Por ese motivo es que anteriormente recomendé tener mucho cuidado con la elección del obstetra.

La cambiaron a la sala donde anteriormente yo había visto otra madre en esa situación. Las enfermeras parteras la tranquilizaron, y a mi el Obstetra me mando a una salita lindera sin autorizarme a entrar en la sala de cesárea. Esto me llamo la atención porque yo había visto que mientras estaba la otra mamá su pareja estaba con ella presente.

Aproveche para abrir la puerta de la “Sala de Partos” e informarles a los parientes y amigos la situación para que ellos también se quedaran tranquilos ya que hacia aproximadamente dos horas que estábamos dentro de la sala de Parto. Al hacerlo se acerco el obstetra y me reto diciendo que no podía abrir esa puerta. Al preguntarle si podía asistir la cesárea para contener a la madre, me contesto con un rotundo no.

Quede sentado en una silla en este cuartito lindero a la sala en la que estaba realizando la cesárea. De allí no podía ver nada, pero si escuchar. Fue al rato que escuche un llanto de bebe, era mi hija que acababa de ingresar a un nuevo mundo. Mis lágrimas de alegría fueron inmediatas. Escuchar ese llanto fue una de las sensaciones mas lindas a nivel auditivo que he tenido en mi vida. Era mi Hija, y yo acababa de ser Papá con todas las letras.

Una partera se fue a lavar las manos y al verme sentado allí me pregunto si yo era el papá. Al responderle que si, me pregunto porque no estaba en la sala. Le explique que el Obstetra no me lo había permitido. Enseguida me agarro y me llevo a otra salita en donde estaban con mi hija recién nacida. Pude verla recién salida del cuerpo de la madre. Estaba color azulado, llorando y gritando como loca. Claro, no solo había ingresado en el mundo de los 5 sentidos sino que se los estaban haciendo debutar con diversas actividades como introduciendo hisopos en todos los orificios, orejas y narinas, quitándole una especie de grasita blanca. Luego la metieron debajo de una canilla para limpiarla y enseguida le colocaron su primer pañal y ubicaron en un moisés de esos que suelen colocar a los recién nacidos. Mis sensaciones eran confusas pero llenas de alegría. Ese ser que estaba allí era hija mía, reconfirme mis creencias en que el único misterio y milagro en la vida es el de estar vivo, y mis lagrimas corrían cual cataratas del Iguazú. Le pregunte a la enfermera si la mamá estaba bien, y me dijo que lo estaba.

Quede solo con mi hija recién nacida en esa salita. Ella lloraba desconsoladamente, acerque mi cabeza a la de ella y le dije: “Hola Luana, soy Alfred, tu Papá”. En ese preciso momento dejo de llorar. Obviamente no dejo de llorar por el mensaje en si, sino porque reconoció mi voz y en el tono de la misma encontró algo que la tranquilizo.

Luana nació con Ictericia, es la acumulación de bilirrubina, sustancia que se forma a partir de la hemoglobina de la sangre. La piel del bebe es de color amarillo. Nada para preocuparse, se la colocó bajo una luz blanca muy fuerte con unos algodoncitos que protegían a sus ojos de la misma. La luz se ocupa de solucionar este problema. Antiguamente se colocaba a los bebes con este síntoma cerca de las ventanas donde entraban los rayos del sol.

Cuando venimos a este mundo, salimos de otro intrauterino, y realmente los métodos que utilizamos en los partos (los habituales) dejan mucho que desear. Es verdad que se hace todo para que tanto la Madre como los Bebes estén seguros y no haya complicaciones. Pero lo que me llamo la atención es que la bienvenida que normalmente se nos da a todos los seres humanos cuando llegamos a este Mundo es muy poco contenedora. No somos muy concientes de ese pasaje y de lo traumático del mismo.

A lo que voy, es que un parto para la madres es doloroso pero para el bebe es como si ahora nos abdujera un plato volador, nos llevara a otro planeta, nos aplique cosas que nunca jamás habíamos sentido antes, sonidos, luces, líquidos, nuestros 5 sentidos acosados por todos lados, y nadie nos dice que valió la pena. En nuestro caso, ya conocemos a estos sentidos, pero en el caso de los recién nacidos son sensaciones nuevas. Creo poder afirmar que nacer para todos nosotros fue una experiencia horrible. De la paz interior de 9 meses pasamos a la vida extrauterina, donde nada de lo que nos rodea es parecido a lo anterior. Por eso tan importante hablarle al bebe mientras esta en la panza para que aunque sea reconozca en el sonido de nuestras voces algo amigable al salir del mundo intrauterino.

Tomar conciencia de que entrar en este mundo es un experiencia fea cuando no horrible para el recién nacido es importante para darle la mejor de las bienvenidas, y hacerle así saber de alguna manera de que valió la pena esa transición ;)

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